HOLA A TODOS

Este blog se ha creado de forma secundaria al blog Adictos a la Escritura, para poder dar cabida a las publicaciones de aquellos miembros que carezcan de un lugar propio.

Un saludo

Sandra

sábado, 24 de diciembre de 2011

Versionando la Navidad -Autora Aqua-

La navidad entraba poco a poco en la ciudad. Silenciosa, pero abrumadora. Supongo que sabéis de lo que hablo, que todo el mundo lo ve cada año. Como, a primeros de diciembre, el cambio es visible.  Como las calles comienzan a inundarse de miles de lucecitas fanfarronas que intentan hacernos olvidar la realidad.
 Para muchas personas diciembre es simplemente Navidad, es un mes que normalmente está marcado por la magia, la magia de esa noche en la que todos sonreímos, nos reunimos en familia y esperamos con ansia esos regalos que tienen preparados para nosotros.
Agudizamos la vista. Hoy es 23, de noche, aunque no muy avanzada. Ha nevado hace poco, como si el cielo reclamara algo, aunque, en realidad, ¿quién no reclama algo, sobre todo en estas fechas? Carolina está sentada sobre un escalón mal puesto sobre la acera, lleno de nieve, como si a un arquitecto idiota le hubiera apetecido ponerlo allí solo porque le parecía que quedaba bien. Es morena, con tonos pelirrojos, que únicamente se ven al sol, sus ojos son marrones, del color del chocolate, y parece que juguetea con sus pensamientos, echándoles un pulso a ver quien es más fuerte.
Para ella la Navidad, no es igual que para todos, o para casi todos. Nunca ha vivido una con la misma familia, nunca en sus quince años de vida, ha pasado una Navidad de verdad. Nunca.
Está nerviosa porque parece que ha encontrado a las personas idóneas para formar una familia, o para, al menos, poder convivir. Son amables, simpáticos, son risueños y la tratan bien, y va a tener alguien que la regale algo y alguien a quien poder regalárselo. Han adornado la casa, el jardín, y las ventanas, y su habitación- quien pensaría que algún día tendría habitación propia- pero eso no es lo más importante, es el espíritu que llevan dentro, y lo que significa este día para su nueva hermanita pequeña. Sabe lo mucho que importa que  la hayan adoptado, que no acogido, con una edad tan avanzada y en ese momento del calendario tan problemático. Pero no puede evitar tener miedo. Y dentro de su gorro de lana azul, rememora el accidente que la dejó sin padres.
Iban al centro comercial para comer algo en familia. Ella tenía sólo cuatro años, e iba cantando una canción de la radio, aunque aún ni siquiera pronunciara bien las eses. Su madre la miraba desde el asiento delantero pensando la cara que pondría al ver lo que la habían comprado, cuando un coche dos veces más grande que el suyo se les atravesó horizontalmente provocando un tremendo impacto. Por un momento, en los recuerdos de Carolina, se funde el metal por todas partes, el olor a sangre y una de las notas de la canción  a mitad de la garganta. Después sólo se ve a sí misma con esos ricitos adorables bailando sobre sus hombros al desabrocharse la silla donde iba montada y esa cara de inocencia cuando intentaba despertar a su padre, o segundos después, cuando tocaba los párpados de su madre con su dedito minúsculo intentando que la ayudaran a salir del automóvil. Y la conversación entre susurros demasiado altos de los policías sobre si debían mandarla al orfanato local. Joder, ella ni siquiera sabía lo que era ser huérfana. Las personas que la acogían no la querían porque  no sabía como sonreír, no se concentraba en las clases porque intentaba hablar con sus compañeros y nadie la aplicaba el típico cuento de porqué hay que estudiar. Así que fue de casa en casa, hasta llegar hasta donde está ahora.
Mira el reloj, es tarde, debe volver, además, no ha dejado ninguna nota diciendo donde iba o cuando iba a llegar.
Los surcos de las lágrimas permanecen sobre sus mejillas, pero sacude la cabeza y borra aquellas imágenes de su cabeza, enciende el reproductor de música y termina por concentrarse en los familiares sonidos de su canción favorita.
Detiene sus nudillos a centímetros de la puerta, va a llamar pero recuerda que le han dado llaves, así que mete la correspondiente en la cerradura, cuelga su abrigo en el perchero y va hasta el salón. Allí se sorprende cuando encuentra a Pedro colgando el teléfono y a María dando sus datos personales.
-Oh, ya entiendo.- Carolina agacha la cabeza.- ¿Vuelvo al orfanato?
-¡No! – María corre hacia ella.- Estábamos llamando allí por si habías vuelto tú misma. Pero… - se olvida de que estaba muerta de preocupación- ¿¡Dónde has estado jovencita!? ¡Te has pasado el día fuera!
-Yo… lo siento…- sonríe, no ha pasado lo que esperaba.
-Bueno, te dejo porque… estoy solidaria.
-¡María!
Se acerca y le da un abrazo, se aproxima al oído de Carol y le dice:
-Pedro se moría de angustia hace un segundo.
Las dos  se ríen.
-Creo que puedo llamarle papá.

Ha pasado, se han convertido en su familia y sabe que probablemente al año siguiente sus navidades estarán junto a ellos.

Aqua

viernes, 23 de diciembre de 2011

Versionando la Navidad -Autora Roxi-

Navidad accidentada

La familia entera se sentó a la mesa, decorada con un mantel verde oscuro con estampado rojo de acuerdo con la época navideña. Estaba llena de comida, un enorme pavo para celebrar el día de Acción de Gracias debido a que no habían podido reunirse en esa ocasión; pasteles, patatas, postres varios y toda una selección de bebidas distintas según el gusto y paladar de cada uno. Todo el mundo disfrutaba y las caras largas brillaban por su ausencia, nada que ver con lo anteriormente vivido no hacía demasiadas horas…

8:30 AM en casa de los McKenzie.

—¡Jack, date prisa! —Gritó Helen recogiendo a toda prisa su ropa en una destartalada maleta—. ¡Vamos a llegar tarde! No tenías que haber montado esa juerga anoche.
—Pues bien que te gustó —replicó él mientras salía del baño y metía sus objetos de aseo personal en una bolsa de viaje sin cuidado alguno. Luego la cerró y se dispuso a bajar para dejarla cerca de la puerta.
—¿A dónde vas así? —Inquirió ella con el ceño fruncido—. ¿Y tus zapatos?
Él se los miró dándose cuenta con notable sorpresa de que no los llevaba puestos.
—¡Ostras! —Exclamó soltándolo todo.
Ella sacudió la cabeza, Jack era famoso por sus despistes, aunque dejó de hacerlo cuando vio correr el agua por el suelo del pasillo a través de la puerta abierta. Como era natural, lo normal no solía ser que el agua circulara por el parquet así que siguió la corriente hasta el cuarto de baño de sus hijos, quienes estaban medio hundidos en la bañera con el grifo y la boca abierta, totalmente dormidos.
—¡Ay, Dios mío! —Chilló intentando despertarles para que no se ahogaran—. ¡Despertad! ¡Vamos! ¡Arriba! —Le dio palmadas en las mejillas hasta que consiguió espabilarles—. Salid de aquí de una vez y corred a vestiros. Y más os vale secar esto después si no queréis oírme abrir la boca.
Como dos zombis los niños salieron de la tina, casi se rompieron la crisma al resbalar y se envolvieron en sendas toallas para luego dirigirse a sus habitaciones. Helen se preguntó si sería necesario echarles un vistazo después, algo de lo que se convenció cuando les oyó jugar con sus Buzz Ligh Year.

10:30 AM en casa del matrimonio Tannembann.

—¿Cómo es que estamos en Brooklyn cuando se supone que deberíamos estar en el aeropuerto? —Preguntó Lori hecha una furia.
—Es este GPS, no soy un hombre de nuevas tecnologías —repuso Paul peleándose con el aparato.
—¿Y qué no entiendes? —Inquirió con ironía—. ¿La izquierda, la derecha o lo que son los metros?
Él la miró indefenso.
—No seas así, no lo he hecho queriendo.
—Ni tampoco los dos últimos años nuevos pero mira como hemos terminado siempre, estoy harta —Paul se relajó durante un minuto pero Lori no había terminado—. Y una cosa si te voy a decir, cariño, como nos perdamos la reunión de este año también te juro que un apéndice de tu cuerpo desaparecerá mientras duermes. No me tientes —lo dijo con voz suave y aterciopelada pero él sabía que lo decía muy en serio, llevaba una racha de meter la gamba impresionante. Primero había conseguido no llegar a tiempo a las convocatorias familiares los dos últimos años; se había comprado unos carísimos palos de golf; y había olvidado por completo el aniversario de su boda. Y, por supuesto, Lori había registrado a fuego en su cabeza todos y cada uno de esos fallos, que le haría pagar a la más mínima oportunidad.
Tenía que llegar a Los Hamptons a tiempo para la cena de Nochebuena como fuera.

10:30 AM en los grandes almacenes. Familia Becket.

—¿Cómo has podido hacerme esto? —Saltó Riva al borde de un ataque de nervios—. Me dijiste que habías comprado todos los regalos.
El aludido se miraba en el espejo mientras se probaba una chaqueta de Armani.
—En realidad dije que los tenía asegurados —puntualizó.
—Di por supuesto que te referías a que ya los tenías guardados —luchaba con otra mujer por la última muñeca que habían anunciado en la televisión—. No pensé… ¡¿Quiere soltar eso?! ¡Yo lo vi primero!
—¡Y un cuerno! —Le respondió la otra mujer tirando violentamente.
—Podías haberlos comprado tú, para lo que haces en casa… —Mascullaba su marido por lo bajinis.
—¿Qué has dicho? —Preguntó Riva frunciendo el ceño.
—Que te quiero mucho, cariño —se corrigió él.
Su mujer no se lo tragó pero tenía a tres hijos esperando regalos que aún no tenía y lo dejó pasar, aunque se guardaría el comentario en el baúl de las cuentas pendientes.

Todos consiguieron llegar a tiempo tras una miríada de obstáculos a cada cual más surrealista, los McKenzie se vieron detenidos por un falso chivatazo de tenencia de drogas; los Tannembann tuvieron que coger un vuelo distinto porque Lori se peleó con los de Facturación por su equipaje; y los Becket tuvieron que soportar un atasco monumental más cientos de paseos con pérdidas en el aeropuerto. Aunque al final de todo se reunieron en Los Hamptons, sanos y salvos pero notablemente fastidiados. Sin embargo, con la llegada de la noche las malas vibraciones se esfumaron y cada uno pudo disfrutar de la velada, las tres hermanas estaban más que orgullosas de haber podido quedar sin demasiados problemas. Aunque los accidentes no se acabaron hasta el día siguiente, cuando los niños empezaron a abrir los regalos y los adultos se dieron sus presentes.
—¿Mamá, qué es esto? —Preguntaron los tres hijos de Riva mirando desde todos los ángulos sus juguetes.
La estancia se había quedado en silencio, en un silencio tenso y poco grato.
—Te dije que envolvieras los regalos de los críos en papel rojo —decía entre dientes su madre mientras les quitaba los objetos con una vergüenza inmensa.
Su marido los escondió en la primera bolsa que encontró.
—Dijiste que con papel azul —rebatió procurando no mirar a nadie.
Ella suspiró.
—Hazme un favor, cielo, la próxima vez que quieras regalarme juguetes para mayores de dieciocho no los dejes al alcance de cualquiera. Menos aún de los demás —le pidió haciendo una salida rápida mientras tiraba de él—. Lisa se ha pensado que era un plátano de plástico semi transparente —se moría de vergüenza.
—Mensaje captado —replicó él—. Y ahora, aprovechando todo este lío, ¿qué tal si nos vamos a jugar? —Ella sonrió y asintió.
No les volvieron a ver en dos horas.

Roxy