LA CITA MÉDICA
-¿Se encuentra bien, Señor Morgan? Trate de relajarse. Recuerde que nada de esto va a dolerle –dijo el dentista.
Abrí los ojos y trate de asentir. Estaba sudando como un cerdo, sentía que el sudor resbalaba por los apoyabrazos de la silla y caía al suelo. Los aferraba con tanta fuerza que ya no sentía mis dedos.
-Abra la boca, por favor.
El doctor cogió algo de una bandeja metálica donde estaban desplegados varios instrumentos de acero inoxidable. Los testículos se me encogieron y mi estómago empezó a ponerse duro como una piedra.
-¿Señor Morgan? Abra la boca, por favor.
¡Dios mío! El doctor no entendía que cuando sintiera ese instrumento dentro de mi boca iba a gritar o a darle un puñetazo en la cara. No entendía lo mucho que me estaba esforzando para no herirlo. Él no sabía nada sobre mi pasado, no sabia nada de mi padre, no sabia nada de las torturas que yo había sufrido. Hasta su voz me sonaba parecida a la de papá.
-Señor Morgan, por favor, necesito que abra su boca. Si no colabora voy a tener que pedirle a uno de los policías que están afuera que entre y me ayude. ¿Quiere eso?
Los policías. Ya me había olvidado de ellos. Los policías que me habían escoltado desde la prisión y que esperaban afuera para darme privacidad.
-¿Señor Morgan? –la voz era igual a la de mi padre.
Respiré hondo y abrí la boca.
El doctor cogió algo parecido a una pinza, se inclinó hacia mí, la introdujo en mi boca y, en ese instante, vi a mi padre encima mío con su viejo revólver entrando a mi boca.
-Sonríe hijo –dijo– ¿Te gustaría conocer el infierno? Yo puedo mostrártelo.
Grité con todas mis fuerzas y de un puño le rompí la nariz al dentista. Cayó sobre la bandeja de instrumentos causando un gran estrépito. Me levanté, recogí la pinza (el revólver) y empecé a enterrarla con fuerza en el cuello del doctor. Escuché actividad y alboroto al otro lado de la puerta. Agarré al doctor de la camisa y lo levanté del suelo. En el momento en que los policías abrían la puerta de una patada y desenfundaban sus armas, yo lanzaba el cuerpo del doctor (de mi padre) por la ventana y luego me lanzaba detrás de él.
uhh, jamás pensé que la historia iba a dar un giro tan inesperado y curioso. Solo faltan algunas tildes.
ResponderEliminarBesitos.
Uf, complicadilla la he encontrado. Ahora, original como ella sola ja ja.
ResponderEliminar¡Morgan,que rudo!Bueno, eres el segundo que se desquita con el pobre dentista. Eso me hace pensar que algunos, en el fondo tienen pensamientos homicidas hacia dichos médicos.
ResponderEliminarUna trama espinosa, no cabe duda.
Cariñosamente: Doña Ku
Jolines, ¡como se le fue la olla al paciente! Buen relato.
ResponderEliminarHola, macabra relato, pero manejaste muy bien la trama y ese final deja un impacto inolvidable. ¡Un abrazo!
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