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Este blog se ha creado de forma secundaria al blog Adictos a la Escritura, para poder dar cabida a las publicaciones de aquellos miembros que carezcan de un lugar propio.

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Sandra

jueves, 26 de enero de 2012

Sensaciones -Autora Roxi-

Érase una vez un peluche


Making my way downtown
Walking fast
Faces pass
And I´m home bound


Staring blankly ahead
Just making my way


Making a way
Through the crowd


And I need you
And I miss you
And now I wonder....

No paraba, sonaba una y otra vez y Ella (pronunciado Ela) seguía la letra con su peculiar voz de niña. Los tímpanos de tela estaban a punto de sangrar, y eso que no podían. Ella había puesto A thousand miles una y mil veces y la verdad era que ya le había cogido asco. Aunque no era eso exactamente lo que me tenía con el alma en vilo. Lo que con-seguía hacerme temblar eran aquellos dos ojos felinos, malintencionados, asesinos, crueles que me observaban directamente. Polly, la gata de Ella, estaba esperando a que ella le diera la espalda a la puerta para deslizarse silenciosamente y llegar hasta mí.
Ese momento llegó antes de lo previsto. Mi inexistente corazón palpitaba a una veloci-dad inimaginable en mi imaginación, el sudor que no podía expulsar me bajaba por la espalda, mis extremidades temblaban violentamente y yo deseaba que mi mente no tu-viera tanta precisión a la hora de suponer acerca de las sensaciones de los humanos. Mi respiración, también inexistente, sufrió una aceleración cuando las patas de Polly pisaron la alfombra de la habitación por primera vez. Se acercaba, demasiado. Estaba a un salto de mí, aunque con aquel redondo cuerpo de gata mimada jamás podría conseguir tal hazaña lo que no quitaba que mi pánico siguiera en aumento. ¿Qué haría esta vez? ¿Arrancarme las patas a mordiscos? ¿Abrirme en canal y sacarme todo el relleno? No, eso ya lo había hecho la última vez. En esta ocasión tocaba la decapitación.
Me planteé salir corriendo. Polly acababa de situarse justo bajo la cómoda con los cajo-nes abiertos donde me tenía Ella. Sus ojos ansiosos y su lengua demostraban que pre-tendía una victoria fácil.
Temblé aún más.
La vi inclinarse hacia abajo para saltar al primer cajón cuando Ella apareció de repente y le pisó la cola con el talón. La asquerosa gata del demonio abrió los ojos como si se los empujaran desde dentro pero no abrió su sucia boca para quejarse, casi me tenía y no se iba a arriesgar a dejarme escapar.
Saltó.
Primer cajón superado, tiempo para mi muerte: dos minutos a lo sumo.
Miré a mi alrededor buscando una vía de escape vibrando de patas a cabeza, no había una sola ventana abierta, la puerta estaba cerrada. Estaba encerrado.
Segundo cajón superado, grado de pánico: quinientos sobre mil.
Me fui desplazando hacia la izquierda para tirarme a la cama mientras pensaba en el hecho de que me dolía el pecho del miedo que tenía, la presión me estaba superando, incluso empezó a salírseme algo de relleno por una costura débil a causa del temblequeo.
Tercer cajón listo, tiempo para mi muerte: un minuto veinte. Grado de pánico: seiscientos sobre mil.
Calma, lo conseguirás. Pensé dándome cuenta de que ni siquiera podía mentirme a mí mismo. Estaba en una situación desesperada. ¿Qué hacer? ¿Morir o intentar sobrevivir con las de perder?
¡¡¡¡CUARTO CAJÓN!!! Tiempo para la muerte: sin tiempo, muerte inminente. Grado de pánico: nueve mil sobre mil, claramente sobrepasado.
Me arrastré más rápidamente, loco de horror, me daba igual que me viera Ella ya, pre-fería vivir mucho más que morir a manos de una gata cebada voluntariamente cuya única meta en su vida era torturarme reiteradamente. Me negaba en redondo.
¡¡¡¡QUINTO CAJÓN!!! ¡¡ESTOY MUERTO!!
—Polly —se me rompió la costura del culo—. ¿Qué haces ahí? Gata mala, Bladivostock es mío.
Por primera vez en mi perra vida aquel odioso nombre no me pareció malo, por primera vez le di las gracias a esa enana de pocas luces más delgada que un palo. Por primera vez se me habían saltado los puntos en siete lugares distintos, el relleno salía por todos lados, era como una fuente. Era mi versión de desangrarse.
—Largo de aquí, Polly, te tengo dicho que no entres en mi habitación —la echó Ella.
Un minuto después se dio cuenta de mi patético estado, chillando como una loca y co-rriendo a por aguja e hilo... Un momento, Ella no sabe coser.
—Ya estoy aquí, Bladivostock —dijo dando saltitos con el costurero de su madre—. Espera un poco y verás como te arreglo.
Vi ascender la enorme aguja en mal ángulo con hilo verde. ¡Verde! Y de nuevo empeza-ron a soltarse las costuras. La aguja estaba bajando, bajando, bajando… No podía con eso.
—¡POLLY! —grité con todas mis fuerzas.

5 comentarios:

  1. Una aventura como para hacerle saltar las costuras a cualquiera!!
    Pobrecillo!!

    Realmente intrigante!!

    besos

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  2. Jajaja pobre Bladivostock la de cosas que tiene que sufrir xD Eso sí, vaya carácter la del peluche!

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  3. ¡Ay Roxi, que historia más terrorífica!, ¡pobre muñeco de peluche!
    Nunca nos ponemos a reflexionar a cerca de lo que los niños hacen a sus juguetes.
    Recuerdo que yo trabajaba doble turno en el hospital, para poder comprar los juguetes de mis hijos, en Navidad. ¡Que desilusión sentía al verlos al poco tiempo, desechos en un rincón, abandonados!
    Muy buen relato, gracias por compartirlo: Doña Ku

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  4. ¡WOW! ¡Me quedo con los pelos de punta! ¡magnifico relato!:)

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