HOLA A TODOS

Este blog se ha creado de forma secundaria al blog Adictos a la Escritura, para poder dar cabida a las publicaciones de aquellos miembros que carezcan de un lugar propio.

Un saludo

Sandra

viernes, 27 de enero de 2012

Sensaciones -Autora Aqua-

Se despertó. Vi cómo se revolvía entre las sábanas, las curvas de su cadera debajo y sus dedos de los pies asomando graciosamente al final. Abrió los ojos del todo, como si estuviera impactada por algo, como hacía siempre, y yo, a modo de bienvenida, le soplé en las pestañas. Sonrió y bajó por las escaleras corriendo, se sentó a la mesa del desayuno y miró hacia el jardín, viéndome sin saberlo. Amaba su piel bronceada, como de café con leche, sus dedos largos y sus labios rojos. Amaba la forma en que su pelo se movía cuando se lo revolvía y como se estremecía ante una película de miedo. Yo siempre he estado con ella. Siempre. Cuando llegó al mundo, con el primer rayo de sol de una mañana de septiembre, estaba allí. Sólo era una visita, pero me quedé unos segundos, luego unos minutos, y al cabo de una hora terminé por convencerme a mí mismo de que allí me necesitaban, de que necesitaban que les ayudara. Lo único importante, lo que me negaba, era que ella era especial, era diferente, que me quedaba por ella. O, puede, que simplemente, el destino dictara que en ese momento, debía parar mi trayectoria, quedarme quieto en algún sitio, darle importancia a algo. Pero lo que hizo que me decidiera totalmente fue su risa, no su llanto, como el de la mayoría de esas cositas sonrosadas, ese sonido tan especial, tan mágico.
Me quedé allí, para siempre, o al menos hasta que esa vida se apagara. Seguí sus pasos, observé como empezaba a entender el mundo que había a su alrededor, cómo crecía, soñaba y cambiaba. Y, supongo que, como esperáis, me enamoré de ella. Poco a poco, tan poco a poco, que me costó demasiado tiempo entenderlo. Desde entonces la cuidé aún más, yo me encargaba de que a su alrededor no hiciera demasiado calor o demasiado frío, de que una suave brisa la envolviera para ayudarle a dormir. Fue lo único que amé en mi vida, y también lo único que odié. Ni siquiera tendría que tener sentimientos, pero supongo, que ella hizo que por una vez estuviera vivo, del todo. Y eso implica tantas cosas… Porque la inteligencia de los humanos no llega a tanto como piensan, ¿o acaso se han parado a explicarse si el aire siente, si esas brisas que te envuelven, no pueden ser suaves caricias, si esas ráfagas de aire frío no significan enfados?
Pero, como tantos otros, éste es un amor no correspondido, o comprendido, que para el caso es lo mismo. Porque yo soy sólo un soplo de viento, soy aire, y ella es de carne y hueso.

jueves, 26 de enero de 2012

Sensaciones -Autora Roxi-

Érase una vez un peluche


Making my way downtown
Walking fast
Faces pass
And I´m home bound


Staring blankly ahead
Just making my way


Making a way
Through the crowd


And I need you
And I miss you
And now I wonder....

No paraba, sonaba una y otra vez y Ella (pronunciado Ela) seguía la letra con su peculiar voz de niña. Los tímpanos de tela estaban a punto de sangrar, y eso que no podían. Ella había puesto A thousand miles una y mil veces y la verdad era que ya le había cogido asco. Aunque no era eso exactamente lo que me tenía con el alma en vilo. Lo que con-seguía hacerme temblar eran aquellos dos ojos felinos, malintencionados, asesinos, crueles que me observaban directamente. Polly, la gata de Ella, estaba esperando a que ella le diera la espalda a la puerta para deslizarse silenciosamente y llegar hasta mí.
Ese momento llegó antes de lo previsto. Mi inexistente corazón palpitaba a una veloci-dad inimaginable en mi imaginación, el sudor que no podía expulsar me bajaba por la espalda, mis extremidades temblaban violentamente y yo deseaba que mi mente no tu-viera tanta precisión a la hora de suponer acerca de las sensaciones de los humanos. Mi respiración, también inexistente, sufrió una aceleración cuando las patas de Polly pisaron la alfombra de la habitación por primera vez. Se acercaba, demasiado. Estaba a un salto de mí, aunque con aquel redondo cuerpo de gata mimada jamás podría conseguir tal hazaña lo que no quitaba que mi pánico siguiera en aumento. ¿Qué haría esta vez? ¿Arrancarme las patas a mordiscos? ¿Abrirme en canal y sacarme todo el relleno? No, eso ya lo había hecho la última vez. En esta ocasión tocaba la decapitación.
Me planteé salir corriendo. Polly acababa de situarse justo bajo la cómoda con los cajo-nes abiertos donde me tenía Ella. Sus ojos ansiosos y su lengua demostraban que pre-tendía una victoria fácil.
Temblé aún más.
La vi inclinarse hacia abajo para saltar al primer cajón cuando Ella apareció de repente y le pisó la cola con el talón. La asquerosa gata del demonio abrió los ojos como si se los empujaran desde dentro pero no abrió su sucia boca para quejarse, casi me tenía y no se iba a arriesgar a dejarme escapar.
Saltó.
Primer cajón superado, tiempo para mi muerte: dos minutos a lo sumo.
Miré a mi alrededor buscando una vía de escape vibrando de patas a cabeza, no había una sola ventana abierta, la puerta estaba cerrada. Estaba encerrado.
Segundo cajón superado, grado de pánico: quinientos sobre mil.
Me fui desplazando hacia la izquierda para tirarme a la cama mientras pensaba en el hecho de que me dolía el pecho del miedo que tenía, la presión me estaba superando, incluso empezó a salírseme algo de relleno por una costura débil a causa del temblequeo.
Tercer cajón listo, tiempo para mi muerte: un minuto veinte. Grado de pánico: seiscientos sobre mil.
Calma, lo conseguirás. Pensé dándome cuenta de que ni siquiera podía mentirme a mí mismo. Estaba en una situación desesperada. ¿Qué hacer? ¿Morir o intentar sobrevivir con las de perder?
¡¡¡¡CUARTO CAJÓN!!! Tiempo para la muerte: sin tiempo, muerte inminente. Grado de pánico: nueve mil sobre mil, claramente sobrepasado.
Me arrastré más rápidamente, loco de horror, me daba igual que me viera Ella ya, pre-fería vivir mucho más que morir a manos de una gata cebada voluntariamente cuya única meta en su vida era torturarme reiteradamente. Me negaba en redondo.
¡¡¡¡QUINTO CAJÓN!!! ¡¡ESTOY MUERTO!!
—Polly —se me rompió la costura del culo—. ¿Qué haces ahí? Gata mala, Bladivostock es mío.
Por primera vez en mi perra vida aquel odioso nombre no me pareció malo, por primera vez le di las gracias a esa enana de pocas luces más delgada que un palo. Por primera vez se me habían saltado los puntos en siete lugares distintos, el relleno salía por todos lados, era como una fuente. Era mi versión de desangrarse.
—Largo de aquí, Polly, te tengo dicho que no entres en mi habitación —la echó Ella.
Un minuto después se dio cuenta de mi patético estado, chillando como una loca y co-rriendo a por aguja e hilo... Un momento, Ella no sabe coser.
—Ya estoy aquí, Bladivostock —dijo dando saltitos con el costurero de su madre—. Espera un poco y verás como te arreglo.
Vi ascender la enorme aguja en mal ángulo con hilo verde. ¡Verde! Y de nuevo empeza-ron a soltarse las costuras. La aguja estaba bajando, bajando, bajando… No podía con eso.
—¡POLLY! —grité con todas mis fuerzas.