HOLA A TODOS

Este blog se ha creado de forma secundaria al blog Adictos a la Escritura, para poder dar cabida a las publicaciones de aquellos miembros que carezcan de un lugar propio.

Un saludo

Sandra

jueves, 27 de septiembre de 2012

El mes del asco -Autor, Rubenson-

El duelo

En la soledad de una colina que separa dos pueblos, tras terminar un concierto en uno de estos, tres jóvenes han aprovechado la noche para esperar emboscados a un cuarto, que al parecer es muy escurridizo. Las maneras y el nerviosismo patente en estos no auguran buenas intenciones al igual que los nubarrones que comenzaban a cubrir el cielo, más o menos, cuando le intuyeron acercarse en la oscuridad.
Tras la sorpresa inicial no hay violencia, parecen ser conocidos, pero sí que se ha entablado una fuerte discusión. Quizás una confusión? No, el líder de los asaltantes, armado con un guante desenfundado, arrea en el rostro del emboscado diciendo “¡¡Exijo una satisfacción!!”antes de que intentase huir como era costumbre en él, al parecer.Pero ya era tarde, el reto se había consumado, y con dos testigos allí presentes se vio obligado a corresponder si no quería perder el poco honor que poseía.
Se apresuró a elegir modalidad “Elijo duelo a espada” dijo acercando su cara de forma desafiante a la de su adversario a la vez que un relámpago restallo inesperadamente. El efecto fue rotundo, y al retador, se le escurrió el guante de las manos. Raúl, al creer ver palidecer la cara de su adversario, cosa que no era fácil por la oscuridad que reinaba, supo que había dado en la diana con lo de las espaditas, y ensanchó su pecho orgulloso por haber sido tan rápido, ya que Pablo era un cero a la izquierda en el arte de la esgrima, como él,pero al menos la cosa estaría patéticamente igualada.
Con las formalidades cumplidas, rápidamente dieron la vuelta y regresaron al pueblo, se hicieron con un par de espadas en casa del herrero y se propusieron finiquitar aquel, ahora para los dos,traumático asunto cuanto antes en la plaza del pueblo.
El revuelo fue enorme, todo el mundo se enteró del evento en menos que canta un gallo y la plaza se abarrotó a pesar de las horas que eran.
Para cuando los dos jóvenes se pusieron en guardia, uno frente al otro,el gentío ya llevaba empapándose un buen rato, porque nadie quería perderse el primer duelo de la temporada.
El viento se levantaba y los rayos no dejaban de caer cuando Raúl y Pablo comenzaron a cruzar las espadas de forma enérgica y contundente torpe, pero lo que al principio prometía un espectáculo de sangre pronto decepcionó, pues por más atentos que observase ninguno de los jóvenes entraba a matar y todo se quedaba encruzar las espadas, vigorosamente eso sí, en el aire como en una mala película.Así, queno es de extrañar que de entre tanta gente abochornada y decepcionada, profundamente aburrida y con una gran sed de sangre surgiese el primer zombie, infectado o como lo queráis llamar. Yo solo sé que corría como un demonio intentando comerse todo lo que le entrase en la boca hasta que se cruzó con las espadas de Pablo y Raúl, que seguían a lo suyo.
El del pueblo era un buen herrero y las espadas eran excepcionales. Afiladas como las que más, cortaron de un solo movimiento al desgraciado en tres partes. Por un lado un pedazo que iba desde los pies hasta la mitad delabarriga, dejando ver una sección de la columna, músculos y tendones y el estómago,que a su vez nos mostraba entre otras muchas cosas una oreja y tres dedos recién engullidos que flotaban en gran cantidad de sangre. Por otro lado el resto del torso con sus brazos, más el cuello y la mandíbula, donde se podía ver la lengua colgar en un extremo y las tripas en el otro. Y luego el sobrante, el resto de la cabeza, que además de parpadear y mirar de un lado al otro con mala leche, al estar apoyada sobre una oreja, dejaba ver parte del cerebro, sobresaliente por cómo había sido seccionada. Pero claro, en todo esto nadie se fijó. El resto del pueblo estaba ocupado en escapar de un par de vecinos que se habían convertido, algunos por aburrimiento y otros por haber sido mordidos, enzombies, infectados o como los queráis llamar. Que se dedicaban a atacar a todo lo que pudiesen hincar el diente.

El mes del asco -Autor, MorganJ-

-Tenemos que descuartizarla. No hay otra opción.
Tragué saliva y creo que empalidecí. Sally se acercó y me agarró de la camisa.
-Tenemos que encontrar esa llave hoy. Esta noche. No hay otra opción.
Cerré los ojos. La pesadilla solo empeoraba a cada minuto. Yo solo quería que la tierra me tragara.
-Creo que en la cocina hay un cuchillo eléctrico y debe haber un machete en alguna parte.
Sally subió y me dejó solo en el sótano con el cadáver de Lucia. El plan había sido golpearla, torturarla hasta que nos dijera dónde estaba enterrado el baúl. Solo eso. No pensábamos matar a nadie y mucho menos descuartizarlo después. Pero Sally se había dejado provocar, su mal temperamento que siempre estaba a flor de piel no había soportado y tras una golpiza brutal le había roto el cuello a Lucia. La cara de ésta era un amasijo sangriento e inmundo. La parte superior de su blusa estaba toda teñida de rojo.
Sally abría y cerraba cajones en la cocina. La escuchaba con claridad.
Descuartizarla.
Dios. Me arrodillé y tomé aire.
Cerré los ojos y rogué que un rayo me fulminara por lo que había hecho, por lo que había ayudado a hacer.
Sally bajó corriendo. Abrí los ojos y la miré. Llevaba el cuchillo eléctrico, de esos con los que se cortan los pavos en Navidad en la mano. Era enorme.
-Listo –dijo –. Vamos a abrir a esta zorra.
Volví a tragar saliva.
Sally señaló un armario que había al fondo del sótano.
-Saca las cortinas viejas y pongámoslas debajo del cuerpo.
Puse cuatro cortinas en el suelo, una sobre otra, al lado del cuerpo y entre los dos lo levantamos luego y lo colocamos encima. Como Lucia se había tragado la llave (fue lo poco que alcanzó a confesar antes de que Sally le partiera el cuello), solo teníamos que cortarla por la mitad y después rebuscar entre su estómago.En teoría, claro. Sally se arrodilló al lado del cadáver y encendió el cuchillo eléctrico. Ambos nos habíamos envuelto con cortinas para no ensuciar la ropa. Idea mía. Sally le levantó la blusa a Lucia por encima de los senos, palpó con la mano izquierda el estómago y sin perder tiempo hundió el cuchillo por las costillas. Un rio de sangre comenzó a manar de las entrañas de Lucia y a mancharlo todo. Sally tenía que meter el cuchillo con fuerza y sostenerlo bien para que fuera cortando los huesos. A los pocos segundos ya tenía toda la cara manchada de rojo.
Aguanté todo lo que pude, dos minutos enteros y luego fui y vomité contra la pared.
Sally serraba y serraba y serraba. Y la sangre manaba y manaba y manaba.
La cortina que cubría a Sally y las del suelo estaban completamente rojas.
-¡Ayúdame, maldita sea! –dijo Sally – ¿Crees que esto es fácil?
Luego cogió algo que debían de ser los intestinos y empezó a cortarlos.
Lo que veía era algo tan irreal que me dije que era imposible que estuviera sucediendo de verdad.
Sally tiró unos pedazos de carne y otras cosas a un lado y volvió a gritarme.
-¡Muévete! ¡Deja de mirar como un imbécil y ayúdame! ¡Necesitamos encontrar esa maldita llave esta noche!
La llave. El baúl oculto, enterrado en alguna parte. Los libros prohibidos. Los libros llenos de secretos. Me acerqué a lo que quedaba del cuerpo de Lucia y me arrodillé frente a Sally. El hedor era espantoso. Sally me pasó el cuchillo.
-Acaba de cortarle la columna, está muy dura. Quiero revisarlo todo.
Cerré los ojos y deseé que la tierra me tragara, que un rayo me fulminara en ese instante. No podía decirle que no a Sally, nunca había podido y nunca podría. Como nada pasó, abrí los ojos y empecé a cortar.

miércoles, 26 de septiembre de 2012

El mes del asco -Autora, Einyel

Le resultaba delicioso ver como borboteaba la sangre cuando clavaba el cuchillo en el vientre aún caliente. Las vacaciones, esa época tan deseada para otros, eran para él un auténtico suplicio. La playa, los niños corriendo a su alrededor, los helados en puestos abarrotados y las fotos mil veces repetidas, le resultaban entretenimientos totalmente insulsos, sólo deseaba volver su rutina para poder hacer lo que más le gustaba.
Había concretado la cita esa misma mañana, y al verla supo que era sin duda una pieza extraordinaria, una hembra joven y rolliza, sus favoritas. A veces resultaba difícil conseguirlas, tenía que pasarse horas navegando por internet, buscando gente, estableciendo contactos, pero siempre merecía la pena. Era mucho mejor empezar con ellas vivas, no había punto de comparación ni en el proceso ni en el resultado.
La tumbó casi con delicadeza en el suelo. Ella, ajena a todo, no se resistió. Dio una vuelta a su alrededor, observándola, admirándola, disfrutando el momento de saber que tras meses de inactividad volvía al trabajo.
Con un movimiento rápido, le agarró la cabeza, la echó hacia atrás y con un tajo certero le rebanó el cuello. Después de tantos años aún no era capaz de soportar los gritos.
La sangre seguía cayendo en el cuenco metálico con el sonido rítmico y monótono de un reloj, cuando realizó el primer corte desde el cuello hasta al final del abdomen. Se quedó mirando las vísceras sanguinolentas que emergían del cuerpo, preguntándose como siempre, si él sería igual por dentro, si desprendería el mismo hedor si le abriesen en canal. Quizás alguien lo descubriese en el futuro.
Con un hacha pequeña rompió el esternón para poder trabajar con mayor comodidad. El corazón seguía palpitando levemente dentro del cuerpo inerte. Lo arrancó y lo depositó en una bandeja, mientras hurgaba para extraer el hígado y llegar al estómago, lleno aún de una papilla en la que podían verse restos de maíz a medio digerir.
Iba a empezar con el intestino, lo más complicado por la longitud y los excrementos acumulados, cuando observó que había algo inusual en ese cuerpo, algo a lo que aún no se había enfrentado nunca. Estaba embarazada, y de más de uno. Los fetos azulados y casi transparentes eran muy pequeños todavía, pero ya perfectamente reconocibles.
Sintió una leve punzada de remordimiento. Se preguntó si lo habría hecho de haberlo sabido y aunque no llegó a verbalizar la respuesta supo que sí, que no habría cambiado nada. Tiró los fetos a la basura y continuó sin pensar, mecánicamente, tranquilo y relajado mientras que las preocupaciones del día a día se iban disipando en un mar de sangre, huesos que se quebraban con un chasquido seco y carne troceada.
El sonido estridente del teléfono rompió la calma del lugar. Lo dejó sonar, pero la insistencia de la llamada hizo que finalmente se decidiese a cogerlo.
- ¿Diga?
- ¿Antonio, eres tú? Soy Encarna. ¿Qué tal todo? ¿Tu mujer, los niños?
- Bien, bien, doña Encarna, todos bien, ¿y usted?
- Hijo, aquí, tirando, como siempre, ya sabes con unos dolores en la cadera que no me dejan ni dormir. Pero oye, que yo te llamaba para ver si ya habíais abierto. Vienen mis nietos el fin de semana y quería preparar algo especial.
- Pues señora, hasta mañana no abrimos, pero estoy ahora mismo despiezando una cerda que me han traído del pueblo, que vamos, es espectacular. Si quiere, le guardo el secreto, y si lo cocina usted con vino y unas setitas, queda como una reina.
- Pues sí, sí, guárdamelo, a ver si les gusta. Ah, y me preparas también un kilo de filetes de aguja. Pero córtamelo finitos y que no estén duros, que los de la última vez no se podían ni masticar.
- No se preocupe usted, que yo se lo dejo todo preparado para cuando venga.
Suspiró y colgó el teléfono. Sin duda, atender a las clientas era lo más desagradable de aquel trabajo.